mermaid

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20 marzo 2013

AUSENTES

Ha tratado de esconder su alma haciendo proyectos, pero esta soledad no le hace bien, cuando estaban juntos, sus cuerpos escribían poesía, hoy sin él, solo puede escribir su dolor al recordar la última vez que le vio, cuando le dijo –quédate - y le miró con ojos muertos...

Y con esa mirada que no ha de olvidar jamás, se lo dijo todo sin hablar y se alejó...

En esa casa se apagaron sus ilusiones, se derrumbaron sus sueños, esa noche... se murió el amor.

Hoy solo tiene de él las fotografías en las que estaban juntos, y en la que estaba solo él, echándole la lengua…

Ahora todos los recuerdos los guarda en su memoria, y nunca se van, son ausencias de ella, de él… de ellos.

¿Qué son ahora? ¿Amigos? ¿Enemigos?... ¿Extraños?

Son dos ausentes con ausencias.

14 marzo 2013

SUEÑO

Ahora soy halcón y vuelo.
Me dejo caer en picado sobre el mar, soy delfín nadando fresco por el agua.
Una ola me arrastra a la orilla y me convierto en arena...
Todo eso y todo nuevo, como si hablara de un sueño.

Y tú que me observas, ¿me sueñas?

12 marzo 2013

CÁNTAME NANAS PARA OLVIDAR

Relato publicado en el libro Esencias II los 40 mejores relatos de Eau de Rochas 1999

 
 
La larga cola mechosa de mi madre se arrastraba lentamente por el suelo, estaba preparada para su primer y último parto, pues juró al dios de las montañas que jamás mantendría relaciones con las ardillas macho, después del gran desengaño que sufrió por parte de mi padre.

Éste se había fugado con un ligue de diez minutos a los oscuros bosques de coníferas. La conoció en la taberna de BRAULIO  (el erizo) cuando bajó a comprar tabaco rubio.

El olor de su perfume, su vientre blanquecino, los contoneos de su cola castaña y el penacho de pelos en las orejas bien engominados atrajeron la mirada ardiente de mi padre.

Nada importaba entonces, ni la mujer que quedaba en su vigésimo día de gestación inflada como un globo a punto de estallar, ni los vástagos que pronto vendrían al crudo mundo animal.

Tras su fuga, nunca más se supo de ellos.


La noche arrastraba su largo vestido de estrellas fielmente cogido de las manos por la luna.

Las luces de los troncos del bosque EL PINAR se fueron apagando sucesivamente, salvo la del tronco 78.

Apoyada sobre el hueco del árbol, mi madre alzó sus ojos llorosos al firmamento, acordándose de ese ser despreciable que antes fue amigo, amante, marido... y ahora un fugitivo infiel perdido en la sombra.

Recordó con añoranza la recoleta de bellotas que se organizaba todas las primaveras en el bosque de SAN CAYETANO. Allí lo conoció.
 
A los tres meses se casaron debajo del viejo roble; según cuentan, una boda demasiado precipitada que ya estuvo marcada por la tragedia.
Justo al acabar la ceremonia, LINDA hizo presencia en el bosque. Todos los invitados treparon despavoridos por los troncos, corriendo menos suerte JULIÁN (el sacerdote del pueblo) que debido a su gran peso no logró escapar a tiempo y fue devorado por LINDA ( la marta).
Desde ese trágico incidente, SAN CAYETANO quedó sin sacerdote y las parejas de ardillas casaderas tuvieron que desplazarse a los bosques vecinos para contraer matrimonio...
Al cabo de ocho días, tras veintiocho de gestación, mis hermanos y yo decidimos salir al mundo exterior.
Un dolor intenso oprimió el vientre jaspeado de mi madre, como pudo llegó a la cama paritoria de hojas y ramas secas que mi padre había recolectado por las laderas semanas atrás.
Cuatro crías desnudas y ciegas nos aferrábamos al pelaje de nuestra madre. Recuerdo que mientras nos daba su primer alimento de vida clavó sus ojos en el retrato de boda y chilló:
 
-          ¡MALDITO!
 
Ese otoño el viento azotó con fuerza en el bosque, llevándose consigo las hojas del suelo, los días, las horas...la vida.
Mis hermanos eran la copia exacta de mi madre; pelaje pardo negruzco, ojos pequeños, panza jaspeada y cola larga castaña.
Yo, sin embargo, reunía todas las características de mi desconocido padre, según me recordaba diariamente mi madre.
Pelaje pardo rojizo, ojos grandes y una línea blanca cruzaba mi panza hasta la altura del cuello.
Pronto abandonaron mis tres hermanos el hogar materno yéndose a los bosques del sur en busca de trabajo. En cambio, yo, me quedé con una madre que sentía por mi una relación maternal de amor – odio.
Por una parte me quería como hija y por otra, me odiaba por recordarle al ser que siempre había amado.
Nunca olvidaré las cuatro palabras que me dijo antes de enmudecer para siempre:
 
-          CÁNTAME NANAS PARA OLVIDAR
 
Desde ese día reinó el silencio en casa. Todas las noches acariciaba su pelaje ya canoso y le cantaba nanas hasta que mi canto le envolvía en su propio sueño. Así durante siete años...
Un trece de octubre enterramos a nuestra madre debajo del viejo roble.
Con el viento en contra avanzamos en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. A nuestros lomos quedaba el viejo roble, testigo de un amor... dos muertes.
 
Anoche en sueños ahondé en mi vida y encontré fragmentos de recuerdos enterrados.
Un padre al que nunca conocí, una madre que sacó adelante a sus cuatro hijos sola pero rota por el dolor decidió callarse al cumplir con su tarea materna, cantos de nanas...
Desde hace tres meses tengo miedo por las noches, las voces de los espíritus del bosque llegan con el viento del sur y se introducen por mis orejas resonando en su interior:
 
-          MARIÑAAAA... MARIÑAAAAAAAA
 
Siento la llegada de la muerte y, saben, todavía no estoy preparada.
 
Hace exactamente una hora y diez minutos que la enfermera me ha traído el lápiz y la hoja que le había pedido.
Me desperté con la necesidad de escribir unas palabras; quiero estar en paz conmigo misma y la ayuda de los demás para sentirme de nuevo un poco viva.
Temblorosa se puso a escribir con el lápiz, salió de la habitación y atravesó el pasillo del hospital a paso de ardilla vieja.
Se acercó al tablón de anuncios de recepción, clavó el papel con una chincheta y se marchó.
Allí se podía leer:
 
HABITACIÓN 532
CÁNTAME NANAS PARA OLVIDAR